Las auroras boreales: ciencia detrás del espectáculo celestial

 


Las auroras boreales, también conocidas como luces del norte, son un tipo de aurora polar que ocurre en el hemisferio norte. En el hemisferio sur, se les llama auroras australes. El término "aurora" fue acuñado por Galileo Galilei en el siglo XVII, en honor a la diosa romana del amanecer.

Este fenómeno ocurre principalmente en las regiones cercanas al Círculo Polar Ártico: Noruega, Suecia, Finlandia, Islandia, Canadá, Alaska y algunas partes de Rusia son los mejores puntos del planeta para observarlas.

La ciencia detrás de la magia

Para entender cómo se forman las auroras, hay que mirar hacia el Sol. Nuestro astro rey emite constantemente un flujo de partículas cargadas conocidas como viento solar. Este viento viaja a través del espacio y, cuando alcanza la Tierra, choca con la magnetosfera, el escudo magnético que rodea nuestro planeta.

La magnetosfera desvía la mayoría de estas partículas, pero una fracción logra colarse por los polos magnéticos, donde el campo es más débil. Es entonces cuando esas partículas solares (principalmente electrones y protones) colisionan con los gases de la atmósfera terrestre, como el oxígeno y el nitrógeno.

Estas colisiones energizan los átomos de gas, que luego liberan esa energía en forma de luz: así nacen las auroras.

¿Por qué tantos colores?

El color de las auroras depende del tipo de gas atmosférico que interactúa con las partículas solares y de la altitud en la que ocurre la colisión:

Verde: es el color más común y se produce cuando las partículas chocan con oxígeno a unos 100-300 km de altura.

Rojo: también causado por el oxígeno, pero a mayor altitud (por encima de 300 km).

Azul y violeta: resultado de colisiones con nitrógeno, normalmente a altitudes más bajas.


El patrón de movimiento de las luces, que parece seguir una coreografía caótica, se debe a la interacción constante entre las partículas solares y las líneas del campo magnético terrestre.

Auroras y el clima espacial 

Además de su belleza, las auroras están conectadas con eventos conocidos como tormentas geomagnéticas, que pueden afectar satélites, redes eléctricas y comunicaciones. Por eso, las agencias espaciales como la NASA y la ESA monitorean constantemente el clima espacial para anticiparse a estas alteraciones.

Uno de los satélites más importantes para el estudio de las auroras es el THEMIS, lanzado por la NASA en 2007, cuya misión es rastrear la energía que fluye en la magnetosfera terrestre. Otro ejemplo clave es el Observatorio Solar y Heliosférico (SOHO), que permite estudiar el viento solar en su origen.

Curiosidades y mitología

Antes de ser explicadas por la ciencia, las auroras fueron objeto de leyendas y mitos. Los vikingos pensaban que eran reflejos de las armaduras de las valquirias. En algunas culturas indígenas de Norteamérica, se creía que eran los espíritus de los antepasados jugando en el cielo.

Incluso hoy, con todo el conocimiento científico disponible, la experiencia de ver una aurora sigue siendo profundamente emocional, casi espiritual, para quienes la presencian.

¿Que más podemos decir sobre ellas?

Las auroras boreales son un recordatorio del vínculo invisible pero poderoso entre nuestro planeta y el cosmos. Aunque hoy entendemos su origen gracias a la física y la astronomía, su encanto no ha disminuido. Más bien, el conocimiento añade una nueva capa de admiración: saber que esas luces danzantes son el resultado de una interacción entre el Sol y la Tierra hace que el espectáculo sea aún más impresionante.

Así, cada aurora que ilumina el cielo ártico no solo es un fenómeno visual, sino una manifestación del dinamismo del universo, un diálogo silencioso entre estrellas y planetas que nos recuerda cuán vivos están los cielos.

En este video te dejamos hermosas imágenes relacionadas a este fenómeno astronómico👇



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