Pocas criaturas despiertan tanta admiración y respeto como las abejas. Aunque pequeñas, su papel en la naturaleza es gigantesco. Sin ellas, muchos de los alimentos que llegan a nuestras mesas simplemente no existirían. Pero ¿qué hace que estos insectos sean tan fundamentales? Todo gira en torno a un proceso vital y silencioso: la polinización.
¿Qué es la polinización y por qué importa tanto?
La polinización es el proceso mediante el cual el polen (las células sexuales masculinas de las plantas con flores) se transfiere desde los estambres hasta el pistilo de otra flor (o de la misma). Esta transferencia permite la fecundación y, en consecuencia, la producción de frutas, semillas y nuevas plantas.
Aunque el viento y algunos otros animales también pueden polinizar, las abejas son las campeonas indiscutibles. Se estima que aproximadamente el 75% de los cultivos alimentarios del mundo dependen en alguna medida de los polinizadores, siendo las abejas las protagonistas principales (FAO, 2019).
¿Cómo lo hacen?
Cuando una abeja visita una flor para recolectar néctar (su fuente de energía), su cuerpo se impregna de polen. Luego, al volar hacia otra flor, parte de ese polen se deposita en el pistilo, completando así el proceso de polinización. Lo maravilloso es que las abejas no polinizan "a propósito", sino que lo hacen como resultado de su incansable búsqueda de alimento.
Además, poseen una increíble fidelidad floral: una abeja suele visitar solo una especie de flor por viaje, lo que aumenta las posibilidades de una polinización efectiva.
Un motor ecológico y económico
Más allá de las flores silvestres y las frutas que comemos, las abejas también impactan indirectamente en la producción de carne y lácteos. ¿Cómo? Pues muchos forrajes que comen los animales (como la alfalfa) también dependen de la polinización.
Un estudio publicado en Science en 2007 por Klein et al. confirmó que los cultivos polinizados por insectos, especialmente por abejas, representan más de un tercio del volumen de producción agrícola global. Su desaparición tendría un impacto directo en la seguridad alimentaria del planeta.
El problema: una amenaza silenciosa
En las últimas décadas, las poblaciones de abejas han disminuido alarmantemente. Este fenómeno, conocido como colapso de colonias (Colony Collapse Disorder o CCD), se ha observado especialmente en las abejas melíferas (Apis mellifera).
- Las causas de esta crisis son múltiples y preocupantes:
- Uso indiscriminado de pesticidas (especialmente los neonicotinoides).
- Pérdida de hábitats por la expansión urbana y agrícola.
- Enfermedades como la varroasis (provocada por el ácaro Varroa destructor).
- Cambios climáticos que alteran la floración de las plantas.
Un informe de la IPBES (Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Biodiversidad) advirtió en 2016 que más del 40% de los polinizadores invertebrados —como abejas y mariposas— están en riesgo de extinción.
¿Qué se está haciendo y qué podemos hacer?
Afortunadamente, la ciencia y la sociedad han comenzado a responder. En algunos países se han prohibido pesticidas nocivos, y se promueven prácticas agrícolas más sostenibles.
Algunas acciones clave que todos podemos apoyar son:
- Plantar flores nativas y amigables con los polinizadores.
- Evitar el uso de pesticidas en jardines y huertas.
- Promover la apicultura local.
- Comprar miel y productos derivados de productores responsables.
Un mundo sin abejas sería un mundo más pobre
Como dijo Albert Einstein (aunque la frase es debatida): “Si las abejas desaparecieran de la faz de la Tierra, al hombre solo le quedarían cuatro años de vida.” Si bien esta afirmación es exagerada, subraya la importancia de estos pequeños pero poderosos insectos.
Las abejas no solo son esenciales para la biodiversidad del planeta, también son símbolo de cooperación, trabajo colectivo y equilibrio natural. Cuidarlas no es solo una cuestión ecológica, sino también de supervivencia humana.
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